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Un grupo de niños y niñas están dibujando de forma tranquila. Saben que esperar y darse el tiempo para aprender es lo correcto.
04/05/2023

La clave de un buen aprendizaje es esperar

¡Reivindiquemos la lentitud! 💫 Vivimos en un mundo donde se valora la inmediatez en todo, incluso en la educación, donde los conocimientos son fragmentados y calendarizados en bloques de tiempo justos. Pero las niñas, niños y jóvenes que aprenden en poco tiempo no necesariamente lo están haciendo de la manera adecuada.

Aprender profundamente, significa procesos y tiempos propios de la infancia, que no son precisamente los tiempos del adulto enfocado hoy día en la inmediatez”, sostiene Bernardita Jensen, directora del área de Desarrollo Integral de Fundación Mustakis.

Para que un aprendizaje sea significativo, profundo y perdurable se requiere de reflexión, observación, interacción, juego y mucho respeto. Por ello, ha surgido una denominada pedagogía del caracol (o pedagogía slow), que consiste en dotar a niñas/os de habilidades y valores para poder gestionar el tiempo por sí mismas/os.

¿Qué se obtiene al esperar?

  1. Creatividad: Esperar es acentuar este proceso por sobre los resultados, lo que permite un aprendizaje con mayor profundidad.
  2. Mayor conocimiento: Al tener mayor espacio para reflexionar, escuchar, debatir y explorar, se pueden obtener conclusiones mucho mayores.
  3. Paciencia: Esta virtud nos permite afrontar de mejor forma los desafíos cotidianos, tolerar la incertidumbre y alcanzar objetivos complejos.

La pedagogía del caracol se basa en el libro del mismo nombre publicado en 2008 por el pedagogo italiano Gianfranco Zavalloni, quien creció rodeado de naturaleza en el campo. Al experimentar ritmos distintos a aquellos que hay en las ciudades, le generó un interés personal por el valor del tiempo, plasmando esto en sus enseñanzas. 

Zavalloni también tomó como referente a Maria Montessori, quien planteaba la importancia de esperar y respetar los distintos procesos por los cuales pasan niñas y niños al crecer; porque finalmente aunque estemos acostumbradas/os a referirnos al descanso como un «tiempo perdido», en esencia estamos equivocadas/os.

«La idea de “perder el tiempo”, de esperar pacientemente a que un determinado ciclo se cumpla, es característica del trabajo del campesino, de la tierra y del campo. Además, si nos detenemos a pensar, en el campo no existen pausas que no sean fecundas, el tiempo perdido, es un tiempo biológicamente necesario, que a menudo, se llena de actividad de preparación para otros acontecimientos cíclicos como pueden ser la cosecha o la siembra», sostiene Gianfranco Zavalloni en su libro Pedagogía del caracol (2008).

Uno de los ejemplos más utilizados para poner en práctica esto es con la creación de huertos escolares ya que con el crecimiento de las frutas, verduras, plantas medicinales y flores, las niñas y niños comprenden de forma didáctica el ritmo de la naturaleza.