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09/11/2021

“El currículo escolar actual continúa dando la espalda a los aportes que hace el conocimiento neurocientífico”.

“El currículo escolar actual continúa dando la espalda a los aportes que hace el conocimiento neurocientífico”.

#GenteQueInspira: Amanda Céspedes, neuropsiquiatra infantil, Presidenta de Fundación Amanda.

La Dra. Amanda Céspedes cuenta con 40 años de carrera profesional dedicada al bienestar de niñas y niños, a través de la promoción y desarrollo del conocimiento del cerebro infantil aplicado a la educación.

Escritora de vocación, la destacada neuropsiquiatra Amanda Céspedes dedica gran parte de su tiempo libre a la escritura de textos de divulgación científica, sin embargo, comenta que los últimos 18 meses de su vida los ha dedicado apasionadamente al disfrute de su nieta, quien enriquece y amplía sus convicciones y contribuye a mantener vivo el asombro frente a la magia y poder del cerebro y mente de un niño pequeño. La llegada de este nuevo miembro de la familia ha fortalecido sus convicciones relativas a la importancia de acompañar a niñas y niños en su desarrollo: “Chiara (su nieta) me muestra que todo lo que sabemos acerca de la mente infantil es todavía una milésima parte de un fenómeno indescriptiblemente asombroso”.

Actualmente, la Dra. Céspedes realiza clases en el Diplomado de Introducción a las Neurociencias Aplicadas a la Educación que dicta Fundación Educacional Amanda en alianza con la Universidad Autónoma de Chile, donde contagia a sus estudiantes la pasión por el activismo en defensa de niñas y niños y su derecho a recibir una educación de calidad. 

¿Cómo nace su interés por la neurociencia?

 

Viene de una fascinación por ese órgano sorprendente llamado cerebro infantil y su producto vivo: la mente del niño. Este enamoramiento integral surgió con fuerza cuando estaba en primer año de medicina y no me abandonó más. Debo esta fascinación especialmente a la impronta de un profesor admirable e inolvidable, el Profesor Emérito de la U. de Chile, Dr. Mario Palestini. Dedicarme a entender el cerebro y la mente de los niños me permite acercarme al milagro de la vida, a la presencia invisible de un Creador y a la paradoja de un órgano extraordinariamente potente y sobrecogedoramente vulnerable.

¿Qué es la neurociencia?

 

Según el enfoque de Fundación Educacional Amanda, no existe una sola ciencia del cerebro sino muchas ciencias dedicadas al estudio de éste: neurobiología, neurogenética, neurobioquímica, neuropsicología, etc. y estas ciencias originalmente son experimentales, es decir centradas en la investigación de laboratorio. De ellas derivan aplicaciones a la vida del ser humano o de animales, y entonces tenemos neurociencias aplicadas a la educación (por ejemplo, neuroeducación, neuroaprendizaje, neuropsicología en el aula), ciencias aplicadas al neurodesarrollo fetal, neurociencias aplicadas al envejecimiento saludable, neurociencias aplicadas al deporte, neurociencias aplicadas al bienestar animal, etc.

¿Cómo se presenta la neurociencia en el día a día?

 

Todas las actividades cotidianas realizadas por todo el mundo animal, incluida la especie humana, son orquestadas por la actividad cerebral. De allí que sea tan válido el trabajo de aplicación del conocimiento neurocientífico a la vida del día a día. Si nos limitamos a la especie humana, podemos dar ejemplos: la neuronutrición aplicada es la ciencia que fija orientaciones a la alimentación cotidiana de las personas según tramos de edad. La neuropsicología aplicada a la educación enfatiza la importancia del bienestar socioemocional de los niños como base para responder a los desafíos académicos. Como estos ejemplos hay muchos otros. ¡Las ciencias del cerebro están presentes en el día a día de todos los cerebros!

¿Qué es la neuroeducación?

 

Es una rama de las neurociencias aplicadas que busca lograr que los docentes conozcan cómo aprende la mente infantil y adolescente para optimizar sus recursos pedagógicos. Se centra en lo cognitivo, su objetivo es optimizar el rendimiento académico. Sin embargo, es preciso tener claro que neuroeducación o neuroaprendizaje no es sinónimo de neurociencias aplicadas a la educación. Por ejemplo, el concepto de programación fetal y su impacto sobre el cerebro infantil tiene un enorme importancia para entender ciertas dificultades presentadas por niños en el aula, y es un ámbito de las neurociencias aplicadas, no del neuroaprendizaje. En cambio, el concepto de “pausas activas” en el trabajo de aula y su relación con la función ejecutiva pertenece al ámbito del neuroaprendizaje. Hay algunos enfoques actuales en neuroeducación, muy bien fundamentados en el conocimiento neurocientífico, que son más amplios y se centran en promover ambientes de aprendizaje que faciliten lo formativo integral e inclusivo.

¿De dónde viene su interés por la educación?

 

Mi fascinación por la educación surge a lo largo de mi infancia y niñez, debido a que crecí en el hogar de tías paternas, quienes eran profesoras normalistas; esa experiencia marcó epigenéticamente mi biología. La educación escolar ejerce una profunda fascinación sobre todo mi ser e interpela y perturba mi mente, llenándola de inquietudes urgentes y convocándome a la acción.

¿Cómo se puede aplicar la neurociencia en el trabajo de aula?

 

Desde hace más de un siglo existe el interés por comprender cómo aprende el cerebro infantil. Este interés marcó el trabajo de pensadores como Lev Vigotski, María Montessori, etc. El problema es que por décadas no había forma de ingresar de modo directo al cerebro de los aprendientes. A inicios de la segunda mitad del siglo XX aparece la neuropsicología experimental y clínica, las cuales ingresan de modo indirecto al cerebro para establecer relaciones entre estructura cerebral, funciones cerebrales y conducta. Solo durante este siglo se ha logrado dar un paso gigantesco en el conocimiento del cerebro y la mente que aprende gracias a las técnicas de neuroimagen y los avances en la neurobiología. Este conocimiento debería ser difundido a todos quienes llevan a cabo tareas educativas, pero aún es muy preliminar.

“El único modo de garantizar un desarrollo integral es conociendo el fascinante proceso madurativo cerebral y que los niños estén en manos de educadores correctamente preparados para acompañarles”.

¿Cuáles son los beneficios de aplicar la neurociencia en el trabajo de aula?

 

Uno de sus beneficios es que permite al docente “climatizar” el aula en modo bienestar emocional a través de encender en cada niña/o la confianza, el sentido de pertenencia y de seguridad. Le permite saber cómo encender la motivación por aprender, cómo favorecer una sana convivencia movilizando conductas colaborativas y de respeto, y le entrega estrategias didácticas adecuadas a los momentos madurativos, permitiendo así que calibre la carga de contenidos, los sintetice y diversifique para llegar a todos sus alumnos.

¿Se utiliza la neurociencia en la educación en Chile?

 

La gran dificultad reside en encontrar profesionales que posean conocimientos neurocientíficos y al mismo tiempo tengan experiencia educativa. Es el ideal, pero un profesional con estas características debe estar sólidamente formado, idealmente con estudios de posgrado fuera de Chile. Se está avanzando mucho en este aspecto, yo estimo que en unos 5 años más tendremos en Chile un equipo de profesionales muy sólido y con ideas innovadoras. En los últimos años se ha ido incorporando cada vez más el concepto de neurociencias al léxico de quienes piensan, diseñan y aplican políticas educativas, pero ello no pasa de una simple mención bien intencionada. El currículo escolar actual continúa dando la espalda a los aportes que hace el conocimiento neurocientífico. Un ejemplo es la porfiada decisión de imponer aprendizaje de la lectura a niños menores de 7 años, sin considerar que todas las investigaciones son enfáticas en mostrar que la mente de la mayoría de esos niños aún no está preparada para adquirir el proceso lector, de modo que una presión indebida incluso puede dañar el proceso.

“Se importan modelos pedagógicos foráneos pero sin someterlos al escrutinio de la mirada neurocientífica”.

¿Cómo se relaciona la neurociencia con el desarrollo integral de niñas y niños?

 

El único modo de garantizar un desarrollo integral es, por una parte, conocer el fascinante proceso madurativo cerebral y el papel del ambiente, y por otra, que los niños estén en manos de educadores correctamente preparados para acompañarles. Fundación Educacional Amanda sostiene que el desarrollo está garantizado por la información genética que pone en marcha el potencial de desarrollo contenido en el genoma de cada niña y niño, pero ese desarrollo es solo la plataforma que el ambiente va a emplear para enriquecer integralmente al niño. Educar en el fondo es enriquecer, luchar para que la trayectoria de desarrollo no se desvíe de su camino ascendente hacia la plena autorrealización. Y este enriquecimiento sólo es posible si el educador conoce aspectos esenciales del cerebro infantil. Por ejemplo, todavía se considera como recurso educativo el maltrato físico que propina un adulto a un niño. Conocer el cerebro implica tener conciencia de que el terror de verse abofeteado por quien dice educarlo provoca en el niño liberación excesiva de una hormona -cortisol- que va a podar las dendritas de miles de neuronas, impidiendo que se establezcan redes neuronales, que son en el fondo la base física de los aprendizajes. La mente del niño se asienta sobre un cerebro que lo tiene todo, pero en forma potencial. Solo hay que enriquecer y esta labor debe ser sabia.

¿Cuál ha sido su mayor desafío profesional?

 

En la actualidad me ocupa -y preocupa- el deterioro gradual de la esencia del educar a niñas y niños. Se ha perdido irremediablemente la certeza de que educar es acompañar con la misión de enriquecer. Y se obliga al/la docente de aula a renunciar a su vocación, se le utiliza con fines espurios, como por ejemplo obligarles a enseñar para que los niños rindan en pruebas estandarizadas, algo muy grave si además quienes defienden las mediciones estandarizadas hablan del valor de la inclusión.

Por otro lado, me ha sido difícil encontrar seguidores de mis sueños entre mis colegas. Me acongoja comprobar que no logran desprenderse de una mirada muy estrecha sobre el universo infantil. Hay médicos jóvenes que tienen una mirada nueva, renovada, pero son pocos. Cuando los conozco me alivio, me aferro a ellos con esperanza. Por el contrario, en las profesiones de apoyo a la educación encuentro mis más entusiastas aliados. Y sin duda alguna que también están estos aliados en muchos docentes de aula.

¿Cuál es la educación que sueña?

 

Una educación escolar que abandone para siempre los vicios del exitismo, de preparar a niñas y niños para que sean en el futuro adultos que producen para la economía del país a costa de su bienestar. Sueño con una educación centrada en el cuidar como el campesino cuida su siembra, amorosamente. Una educación que no pierda jamás de vista el derecho superior del niño como sujeto social con voz, con sueños, con esperanza. Sueño con aulas amplias como las aulas del liceo al cual asistí, con no más de 20 niños al interior de esas aulas, con actividades centradas en las artes, las ciencias de la vida y la creatividad. Y sueño con que más pronto que tarde la sociedad chilena reconozca y valore al docente de escuela, le devuelva el rango que alguna vez tuvo en nuestro país.

El/la docente de escuela es el farolero del planeta visitado por el Principito. Una de mis tías trabajó durante 20 años en una escuela pública en Puente Alto y no faltó ni un solo día; fue a trabajar incluso enferma, débil, porque estimaba que ella se debía a sus alumnos. Y no tuvo reconocimiento de parte de autoridades (quizá un galvano), solo el reconocimiento de sus alumnos y familias. Ella representa el alma del docente de escuela (7 de cada 10 docentes de escuela en Chile son mujeres… Y no las cuidamos) y su recuerdo es mi inspiración y mi fuerza.