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01/06/2023

Amanda Céspedes sobre la confianza: «Es esencial enseñar a los niños a vivir comunitariamente»

Alejandra Céspedes dando una charla.

Entrevista a Amanda Céspedes, neuropsiquiatra infanto-juvenil

 

Hemos entrevistado a Amanda Céspedes, reconocida neuropsiquiatra infanto-juvenil, para hablar sobre la confianza y cómo este concepto se conecta con otros, generando reflexiones que abarcan desde la forma en que niñas y niños generan sus primeros vínculos hasta atravesar por distintos procesos que forjan su forma de entender el mundo.

—¿Cómo podemos pasar de una cultura del miedo a una cultura de confianza tanto en las aulas como en la sociedad?

—Este tránsito requiere de muchas miradas convergentes, desde diversos ángulos. En primer lugar, la confianza debe comenzar en las aulas y desde allí extenderse hacia la sociedad.  Desde mi óptica, la confianza surge en el niño cuando sus expectativas no son defraudadas, cuando sus anhelos no son pisoteados, cuando se le permite soñar en un escenario protegido. Y la primera experiencia de confianza es vivida por el niño cuando, al nacer, anhela ser protegido, cuidado, respetado y amado de modo incondicional.

Esa primera vivencia surge en la relación con la madre, quien le prodiga cuidados y amor con gran delicadeza y sensibilidad, sembrando de este modo la confianza en que no habrá traición. El niño crece, interactúa con otros adultos y en cada una de esas interacciones espera ser tratado con suavidad, comprendido en sus necesidades emocionales y contenido en situaciones de ansiedad, frustración o desconsuelo. Incluso en la adolescencia, cuando quien es adolescente se muestra tan seguro de sí mismo, individualista y con recursos para valerse sin ayuda de nadie, secretamente continúa deseando ser tratado con delicadeza, comprendido y contenido. Cada vez que un niño recibe lo que genuinamente espera, que es ser tratado con dignidad, se refuerza en su interior la confianza en la bondad del ser humano y se despiertan en su interior sentimientos de compasión, de altruismo y de solidaridad.

—¿Con qué estrategias se fortalece la confianza?

—Una cultura de confianza se fortalece en situaciones donde lo comunitario prevalece; en las cuales las personas echan mano de virtudes tales como la solidaridad, la compasión, la colaboración y la construcción conjunta de significado. Surge cuando los grupos se dejan conducir por líderes en vez de jefes con don de mando y autoridad para castigar. Dejarse conducir es, como plantea Facundo Ponce de León, «seguir al líder sin saber a dónde me lleva, pero sí sabiendo que allí donde vamos es un lugar bueno».

Respecto a estrategias, estimo que es esencial trabajar en los adultos la actitud empática hacia otros, la gentileza, la sensibilidad a las necesidades emocionales de los otros. Esto es esencial en los cuerpos docentes y directivos. Siempre me ha llamado la atención la dureza y actitud de desconfianza con las cuales algunos docentes interactúan con sus alumnos, provocando en ellos recelo y distancia. Es esencial enseñar a los niños a vivir comunitariamente, poniendo en el centro el bien común, no los deseos individuales. 

—Vivimos en una sociedad que ve en la competencia un modo de vida, ¿por qué debemos valorar más la colaboración?

—La colaboración al interior de un sistema comunitario despierta emociones propias de lo colectivo, ajenas a lo individual, como lo son la conciencia colectiva, la conexión emocional, el sentido de pertenencia y la participación.  Durante las actividades grupales con  sentido de colaboración se despierta con fuerza el sentido de participación y la búsqueda de satisfacer necesidades del grupo, no aquellas individuales, lo cual fortalece extraordinariamente la emocionalidad sana.

Durante las actividades grupales se activan recursos estratégicos como organizar, planificar, activar la memoria, ser flexibles, buscar opciones, entre otros; que fortalecen la inteligencia fluida de los individuos al interior del grupo, volviéndose más despiertos y creativos. A nivel emocional la colaboración, al enfrentar un desafío que involucra al grupo, activa más intensamente los circuitos del disfrute, de la motivación y de la iniciativa a la acción. La colaboración forma parte de la resiliencia.

—¿Cuál es la importancia de brindar a los estudiantes autonomía y libertad en su proceso educativo?

Desde el modelo de neurociencias aplicadas a la educación, brindar a los estudiantes la posibilidad de actuar con libertad y autonomía les permite activar recursos propios, los cuales están en el interior de cada uno pero no siempre pueden florecer porque son oprimidos; en cada alumno late un motor de creatividad, que no podrá activarse sin libertad para equivocarse, para aprender de los errores, para enmendar una y otra vez en búsqueda de perfeccionar una idea o un proyecto; en cada alumno late el impulso a desafiarse a sí mismo, a ir cada vez más lejos. Por otra parte, dar autonomía y libertad fortalece en cada alumno los sentimientos de tener valor y de tener poder para cambiar, transformar, crecer ilimitadamente. Hablamos de la autoestima

La autonomía y la libertad deben otorgarse desde el jardín de infantes, adecuando el desafío a los recursos del niño, y debe intensificarse durante la etapa que va de los 7 años a la pubertad. Esto exige cambiar la mirada sobre los errores; es preciso que el alumno incorpore el error como recurso de aprendizaje, y no como fracaso que es castigado con una nota insuficiente. 

—La conciencia emocional es algo básico para el desarrollo integral de los estudiantes pero, ¿cómo podemos fomentarla en entornos educativos que muchas veces son hostiles? 

—Una adecuada y correcta educación emocional permite el desarrollo temprano de la conciencia emocional, la cual a su vez favorece una adecuada gestión emocional en situaciones difíciles. A mi juicio, debemos poner el énfasis en un trabajo en conciencia emocional en los docentes: comprender que no existen emociones positivas y negativas; que todas las emociones, si se llevan a una conciencia de ellas, son brújulas que orientan en la vida, permiten la autorrealización y un aprendizaje existencial. Desde una adecuada conciencia emocional en los docentes es posible despertar tempranamente la conciencia emocional en los alumnos. La educación emocional más sólida ocurre por modelo y no por instancias prediseñadas. Alguien dijo lo siguiente: «el profesor nada enseña, solo se enseña a sí mismo», y esto se aplica a la llamada educación emocional. Creo que una correcta formación en conciencia emocional para docentes debería incluir, además de un trabajo de autoconocimiento, teoría y práctica de la comunicación efectiva, de la mediación de conflictos, de la contención emocional y del liderazgo educativo. 

—¿Para desarrollar una mayor conciencia social por dónde se debe comenzar?

—Todo debe comenzar en forma temprana en los primeros 5 años de la vida. Lo primero es conducir suavemente al niño a identificar las emociones, comprender sus causas, para luego aprender a canalizarlas para que sean pasajeras y no se queden atrapadas.  En cierto modo este aprendizaje se relaciona con la autorregulación. Luego, mostrar al niño que sus emociones le señalan un camino de crecimiento, de ser cada vez mejores, en la medida que las nombre, las entienda, las canalice y les permita esfumarse, no quedarse en su interior. Los niños deben aprender que tener miedo no es debilidad, sino una forma de autoprotegerse dándose tiempo para entender y comprender el por qué de ese miedo.

Una vez realizado este ejercicio, el próximo paso es convertir el miedo en voluntad de probarse a sí mismo enfrentando desafíos. Por ejemplo, un niño tiene miedo a jugar fútbol porque es un juego brusco. Se trata de conducirlo a entender por qué la brusquedad le asusta, por ejemplo, porque cuando era muy pequeño su hermano mayor lo involucraba en un juego físico muy intenso que lo atemorizaba, luego, se le podría proponer entrar a artes marciales, donde podrá comprobar que la brusquedad puede ser adecuadamente regulada, sin sufrir daño.  Pienso que los colegios van a tener que invertir en contratar profesionales que puedan trabajar la conciencia emocional tempranamente en los alumnos a través de talleres y para realizar talleres de autoconocimiento y bienestar emocional para docentes; este trabajo con equipos permite aumentar la conciencia emocional colectiva. 

—¿Cuál es la importancia de fomentar momentos de contemplación y reflexión en el proceso educativo? ¿Qué beneficios puede en el bienestar emocional y el rendimiento académico de los estudiantes?

—La mente requiere de un cierto grado de inhibición de su actividad para llevar a cabo un aprendizaje verdadero, afirmado en la integración de conocimientos y habilidades y la reflexión; hablamos de silencio mental, un estado en el cual detenemos la divagación constante de nuestra mente, un ir y venir de pensamientos diversos, muchos de ellos irrelevantes, que nos acosa muchas horas del día. Las horas que los estudiantes invierten en sus aparatos digitales interactivos empeoran este bombardeo de información que les llega a la mente, configurando en la palabras de Daniel Goleman, un inmenso océano de distracciones que favorece lo que denomina «atajos desprolijos», como pasar por alto muchos mensajes de voz, leer solo los encabezados de los correos, interpretar erróneamente un comentario o no ajustar la conducta al contexto. Se hace preciso entonces hacerse presente, lo cual requiere de una alta inhibición mental, y esto se consigue a través de prácticas de atención plena, meditación y reflexión. La inhibición favorece también la autorregulación emocional, una mayor conciencia emocional y propicia un estado de bienestar interno.